La semana pasada les contaba cómo la feria de arte contemporáneo CAN Art, en Eivissa, estaba ayudando a dar visibilidad y a articular una realidad artística que entronca con focos culturales de los años sesenta y setenta que convirtieron la isla en un terreno creativamente muy fértil.
Después de pasar unos días en la mayor de las Pitiusas escudriñando ese sustrato artístico, les puedo contar que su visita bien vale el viaje, pues, al margen del Museu d’Art Contemporani d’Eivissa, que conserva celosamente parte de ese legado histórico, hay una docena de proyectos, entre fundaciones, galerías e iniciativas artísticas, que permiten vivir la isla más allá del turismo de sol, playa y diversión nocturna.
Lo más cool ahora mismo está en la Fundación La Nave Salinas. Una antigua construcción para almacenar sal que los propietarios de la galería The Hole de Nueva York han reconvertido en un maravilloso espacio expositivo. Esta temporada presentan una impactante macroinstalación del artista australiano Jonny Niesche: tres espectaculares obras de más de 20 metros que se reflejan en el suelo negro que, sin el uso de luz interior en las obras, han transformado completamente la nave, conectándola con la estética de la capilla Rothko en Houston o con algunos espacios intervenidos por James Turrel. Un santuario que emana paz y una profunda espiritualidad.
Pero la isla ha visto también como desembarcaban galerías con una clara vocación de permanencia. El caso paradigmático es el de la madrileña Parra & Romero que, liderada por Guillermo Parra, tiene ya dos espacios en Santa Gertrudis. Uno de ellos es una nave para grandes proyectos expositivos que estos días presenta obras de Callum Innes y Ian Wallace. Otras galerías con larga trayectoria en la isla son Estudi Tur Costa, que este verano presenta obra de Joan Cortés; Casa Broner, en el antiguo estudio del artista arquitecto Edwin Broner; o el increíble e intrincado Espai Micus, dirigido por la hija del artista alemán Eduard Micus.
No quisiera cerrar sin citar el proyecto de Sarah Suco, que trabajó para la galería Perrotin y está impulsando Can Garita, una caseta de pescadores reconvertida donde expone a Grason Ratowsky; tampoco el Faro de ses Coves Blanques, Sa Punta des Molí, la residencia de artistas Las Cicadas, la Fundación Ses Dotze Naus y otros que configuran un rico sotobosque que está haciendo que se empiece a hablar de Eivissa como destino artístico.
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