Los adultos que estuvieron expuestos al tabaco durante su etapa fetal en el vecindario de su madre sufrieron más privaciones. También lo hicieron, incluso en mayor proporción, aquellos que comenzaron a fumar cuando eran niños y adolescentes. Su edad biológica -el estado de sus células, tejidos y órganos- es mayor que su edad cronológica, según un estudio realizado por investigadores chinos entre más de 275.000 británicos.
El trabajo, que publica este viernes revista Avances en la cienciademuestra cómo las condiciones ambientales de las primeras etapas de la vida influyen en nuestro amplio desarrollo, una hipótesis que ha sido propuesto en 2005. Las personas que fuman tienen un gran riesgo de padecer afecciones médicas asociadas a la edad, como enfermedades pulmonares y cardiovasculares crónicas, diabetes tipo 2, cáncer y mortalidad general. Las investigaciones sugieren que el aporte biológico puede ser una explicación para él.
“El estudio destaca la importancia de reducir la exposición al tabaco desde el período fetal y durante la infancia, la adolescencia y la edad adulta, para promover la longevidad y prevenir enfermedades asociadas a la edad”, escribieron los autores en su artículo. En España, alrededor del 20% de las embarazadas fuman en algún momento de vergüenza, y más de 75.000 niños Hazlo diariamente entre los 10 y 14 años.
Un cuerpo ha sido tres años mayor
El tabaco consumido directa o indirectamente en los primeros años de vida afecta a la salud del organismo adulto
La edad biológica se puede meditar a partir de las manifestaciones sanguíneas de los pacientes. No existe una única forma de estimarlo, ya que existen varios métodos, cada uno de los cuales son mis indicadores distintos. Los investigadores aplicaron tres de estos métodos a las muestras de sangre de 276.259 personas que forman parte del biobanco británicouna base de datos ampliada que nos permite evaluar cómo la genética y el estilo de vida influyen en nuestro bienestar.
La magnitud del efecto difiere entre los métodos, que estiman cosas ligeramente diferentes (uno significa qué tan bien está funcionando el organismo, mientras que el otro predice el riesgo de muerte, por ejemplo), pero la tendencia siempre coincide. El contacto con el tabaco acelera el envejecimiento, y el efecto es mayor cuanto más temprano y más dura.
Así, la exposición indirecta en la edad fetal provoca que el cuerpo de un adulto haya sido envuelto, por los medios, entre un cuarto y medio año más que aquel en el que coincide la edad, según el método de análisis. Haber fumado durante la infancia, a cambio, aumenta la edad biológica del adulto entre uno y dos años y medio, en proporciones mayores que antes del inicio del consumo. Cuando ocurren situaciones similares, el entusiasmo se acelera entre uno y tres años.
El aumento de la edad biológica no debe deberse exclusivamente a haber tenido contacto temporal con el tabaco, sino también a jugar con una carta en el disfraz adquirido por él. Quienes empiezan a fumar de niños tienden a acerlo en mayor medida de adultos, y consumen más cigarrillos para una longo en el vito. La naturaleza del estudio no nos permite determinar qué aporta cada parte; basta con marcar el inicio como un factor de éxito.
Un efecto acumulativo
La predisposición genética y el estilo de vida pueden acelerar aún más el entusiasmo
La calidad de la base de datos, sin embargo, reconoce multitud de variables sobre estilo de vida, estado de salud, genética y condiciones socioeconómicas. Esto permitió a los investigadores descartar que la aceleración del despacho pueda depender de estos factores que, eso sí, pueden actuar como irritantes. La edad biológica aumenta mucho más en personas genéticamente predispuestas y en aquellos hombres de bajo nivel socioeconómico que siguen dietas alocadas.
La encuesta también reveló que el entusiasmo biológico es más intenso en los participantes menores de 50 años que en los alcaldes de 60, aunque encuestas anteriores ya habían dejado de ingresar. Los autores sugieren que esto puede deberse a que algunas personas que estuvieron expuestas al tabaco en la infancia no lo lograron, y que las personas que sobrevivieron tienen factores genéticos y fisiológicos que les permiten responder mejor a la exposición al tabaco.
El trabajo es el más completo hasta el final del medio, pero al tener que contar con más de 250.000 participantes no ha arrojado resultados definitivos, entre otras cosas porque los hábitos tabáquicos se registran a través de encuestas. Además, la población analizada es exclusivamente británica, blanca sindical y con buenas condiciones socioeconómicas y de salud, ya que los resultados no son generalizables a toda la población.
Considerando estas incógnitas, al tiempo que considera el mecanismo biológico que puede explicar esta enfermedad, el artículo aporta nuevas evidencias a la cuestión del consumo de tabaco, especialmente cuando se inicia en los jóvenes.
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