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Los nuevos Brics ampliados, en código mandarín

Los nuevos Brics ampliados, en código mandarín

La cita de los Brics en Sudáfrica hace un puñado de días y la novedad de su ampliación, llegó con la marca de una experiencia ya vivida, el deja vu imperfecto del viejo no alineamiento del siglo pasado. Son semejanzas que llegan fáciles aunque no dejan de ser complicadas.

El Movimiento de los No Alineados fundado a comienzos de los años ‘60 en Belgrado con el impulso de la legendaria conferencia de Bandung de 1954, se referenciaba como un Tercer Mundo que transcurría o debía hacerlo en una avenida del medio entre Estados Unidos y la Unión Soviética, en las épocas de la Guerra Fría. Esa neutralidad siempre fue limitada y esquiva, pero se tornó inasible tras el derrumbe del campo comunista.

El dilema consistía en que Rusia era lo que quedó tras el colapso de la URSS, pero no heredaba ni era la continuación del difunto fenómeno soviético. La idea tercermundista se tornó necesariamente contradictoria en términos ideológicos y desapareció de los discursos en un silencioso funeral.

Hoy ese esquema retoma energía, pero para los Brics la neutralidad es una aspiración al menos desafiante a partir del hecho de que el dispositivo incluye a China y Rusia como socios plenos, es decir un lado concreto del arenero en el cual se pretende la equidistancia.

El resto de los miembros fundadores lo completan Brasil, activo impulsor por sus propias necesidades diplomáticas de esta iniciativa, y la India que defendía junto a la potencia sudamericana el equilibrio entre uno y otro polo de este artefacto geopolítico y aun de Moscú, tanto por la toma de Crimea en 2014 como por la guerra actual contra Ucrania.

Recuerda Oliver Stuenkel, docente de la Getulio Vargas, que en las reuniones anuales de los Brics “Rusia buscó siempre incluir en los documentos un lenguaje antioccidental explícito, a lo que regularmente se oponían India y Brasil, una tensión interna que explica del tono muy vago de sus declaraciones”.

Sudáfrica, el quinto miembro y de mucho menor estatura económica y política que el resto, llegó en 2010, un año después de la fundación oficial de este sistema. Era el símbolo del mundo que el bloque buscaba representar.

Motores de crecimiento

En aquella década, los cuatro grandes del grupo se insinuaban como los motores de un crecimiento significativo que llegaría desde el sur planetario. La primera vez que se conoció el nombre Brics fue en 2001, en los documentos de Goldman Sachs del economista Jim O’Neill quien tuvo esa visión de un mundo diferente.

No es lo que sucede hoy y esa visión no se modificara con los seis nuevos integrantes. El bloque del presente es mucho menos financiero que una espada política del Este sobre el Oeste o del Sur hacia el Norte.

Entre los invitados al club, que deberán dar el sí el primero de enero, hay ciertamente dos con graves necesidades sociales y económicas que limitan su autonomía, Argentina y Egipto; tres suficientemente fuertes como para sostener una política exterior de cierta autodeterminación, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos e Indonesia y un cuarto, Etiopia, con fluidas relaciones tanto con EE.UU., que lo considera su ancla con África como con la República Popular con la que mantiene profundo lazos económicos.

Hasta ahí la ampliación parecía en cierto sentido, digamos, balanceada. Pero en el último día de reunión se agregó Irán, cuya presencia desbarata la ya lábil idea de la avenida del medio.

Teherán, gobernado por un implacable régimen nacionalista a cuya instauración contribuyó el inefable Donald Trump, es proveedor clave de armamento a Moscú para su guerra contra Ucrania y ha pactado un multimillonario intercambio de petróleo y gas con Beijing que le ha servido para esquivar las sanciones norteamericanas.

Es la voz más ruidosa contra Occidente de todo el conglomerado. “El enemigo ha fracaso en su política de aislar a Irán”, proclamo festivo el presidente de la potencia persa, Ebrahim Raisi, al conocerse el anuncio del convite que le brinda a Teherán inesperados aliados en Occidente de una línea más moderada y amplia que los fanatismos desprolijos de venezolanos, cubanos o nicaragüenses.

Xi Jinping, presidente de China, durante la mesa redonda de líderes China-África el día de clausura de la cumbre de los BRICS, Foto Bloomberg

El ingreso de ese país al grupo importa porque define la orientación que China busca imponer al grupo, en el cual mantiene una influencia decisiva a partir del control que ejerce, junto a Rusia, del Nuevo Banco de Desarrollo del organismo.

Una entidad fondeada con 30 mil millones de dólares aportados mayoritariamente por Beijing, por eso su sede está en Shanghai bajo la presidencia de Dilma Rousseff, un gesto de seducción a Brasil y al PT. El banco es el anzuelo que explica que sean 23 los países que tocan el timbre para ingresar incluidos aquellos tres “revolucionarios” decadentes latinoamericanos que deberán esperar, aunque seguramente no por demasiado tiempo. La próxima cubre es en Moscú.

El rostro duro del Brics es lo que Beijing pretende para incluirlo en la órbita del duelo que la potencia asiática sostiene con su adversario norteamericano justo en momentos de una fuerte ruptura de los balances entre el Norte y el Sur planetario. Deja de ser un encuentro con aspiraciones económicas como se lo imaginó en sus inicios para convertirse en una herramienta diplomática con un blanco evidente.

China en esto no ha sido delicada. India y Brasil soportaron ese movimiento incómodo a cambio del respaldo a su demanda de integrar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de cinco miembros permanentes, que es el nivel al que apuntan esas ambiciones. Además, porque ambos países comparten el interés central chino por imponer las monedas nacionales en el intercambio comercial para relevar al dólar.

Por si hubiera alguna duda, antes de la cumbre el siempre muy elocuente Global Times del PC Chino, explicó el atractivo de los Brics desde la perspectiva de aquella batalla. Condenó “el abuso de EE.UU por su hegemonía del dólar a expensas de muchas naciones en desarrollo” y remarcó que debido a las “políticas tóxicas de EE.UU. los países latinoamericanos expandieron la cooperación con China” en un patio trasero al sur del Río Bravo que es ahora un territorio compartido. Neutralidades.

La batalla

La exhibición de Irán de que ha roto el aislamiento con esta inclusión, es la que también ha promovido Rusia desde que existe este conglomerado que ya antes en 2014 logró que se ignore su invasión a Crimea y se mantenga la invitación a la cumbre de los Brics en Fortaleza en julio de ese año. Lo mismo ahora, a despecho de la barbarie de su guerra aunque sin la cauta presencia de Vladimir Putin acusado de crímenes de guerra en el Tribunal Penal Internacional que integra Sudáfrica.

Ese conflicto bélico es un vector de lo que puede suceder en adelante con las estrategias de la República Popular en su batalla celeste contra el imperio de Occidente. Si se observa el comportamiento de los miembros de la ONU respecto a la guerra, hay ahí 52 países aliados contra el Kremlin, apenas una docena del lado de Moscú,.

Pero un amontonamiento notable de 127 naciones abulonadas en complejos formatos de neutralidad y que equivalen a casi la mitad de la población mundial y explican bien por encima un cuarto del pbi global.

Es el territorio de disputa de este nuevo eje Este-Oeste que ha escalado con ejemplos como la titular del Tesoro norteamericano, Janet Yellen, de reciente gira por la India o Vietnam buscando convencer a las empresas asiáticos u occidentales radicadas por esas fronteras sobre “la sabiduría de alejarse” de China.

Una política de desacople que tiene sus extremos en la ofensiva proteccionista que bloquea el acceso chino a nuevas tecnologías occidentales. Esa estrategia en principio ha dado resultados a Washington, al menos si se miran los números gruesos. China no figura ya entre los tres destinos principales de inversiones que registra la Cámara Norteamericana de Comercio en la República Popular.

En las últimas dos décadas el gigante asiático se comía la parte del león de todas las inversiones occidentales en Asia. “El año pasado, recibió menos que India o Vietnam”, señala The Economist. Además de esos países, México se sumó también como gran proveedor de insumos a su poderoso vecino, otra alternativa al flujo que antes llegaba del otro lado del planeta.

Sin embargo, si se mira con atención, en ese caso y no es el único, hay un boom de exportaciones chinas a México de autopartes que luego pasan al norte. Nada al fin parece haber cambiado, salvo las etiquetas.

Son las armas de Beijing en esta guerra fría muy distante en sus formas y contexto de la del siglo pasado debido al profundo vínculo comercial que une a los dos hemisferios, pero que esta destinada a acentuarse. La recreación belicosa de los Brics es apenas un ejemplo.

By Adilia Girón Ontiveros

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