La población de China cayó por segundo año consecutivo. Se trata de un hecho inédito desde hace décadas, que marca un importante punto de inflexión en la evolución demográfica del que hasta el momento era el país más popular del mundo. Las razones de este descenso progresivo de la tasa de natalidad son estructurales y difíciles de combatir. Las autoridades han anunciado nuevos planes para fomentar más matrimonios e hijos. Pero los demógrafos chinos estiman que incluso una reversión del 3% del PIB para fomentar la procreación no cambiará sustancialmente la tendencia.
Una China con una evolución demográfica decreciente se ha convertido en un país con grandes dificultades para crecer y ejercer su función como locomotora de la economía mundial, ya que la disminución de la oferta de mano de obra joven y desatendida -incoming- dificulta su competitividad. En los últimos tres años, la población en edad de trabajar se ha reducido a más de 40 millones de personas.
La población del gigante asiático disminuye por segundo año consecutivo
A él se suman, en paralelo, los problemas derivados de los grandes gases para participar de una población más expedita y de los ingresos insuficientes para la financiación de las pensiones. En China hay más empleados que menos empleados. Se estima que en 2035 habrá más de 400 millones de alcaldes de 60 años, más del 30% de la población de China.
En concreto, según fuentes oficiales, China ha perdido 2,08 millones de habitantes el año pasado, registrando una vez millones de muertes frente a nuevos millones de personas. En 2022 la población ya se había reducido a 850.000 personas por primera vez desde 1961, año de la hambruna provocada por el colapso del gran salto adelante. La población china, que llegará entre 2020 y 2021, se sitúa actualmente en 1.409 millones de habitantes. India –hoy el país más poblado del mundo– vale 1.429 millones. En este escenario, los expertos de la ONU estiman que la población de China podría caer por debajo de los 1.300 millones para 2050.
Los demógrafos creen que las autoridades del país tardaron en suspender la política unipersonal instaurada por Deng Xiaoping en 1980 y que estuvo vigente hasta 2016. Cinco años después, en 2021, será posible mantener hasta tres personas. Pero esta libertad de procreación se ha unido en algunos momentos en que los costos de la vida, la subsistencia y la educación eran dispares; la economía creció menos que antes y no tuvo estímulos suficientes para romper la inercia social de las nuevas generaciones de no pedir hijos o limitarse a uno solo. Las autoridades del país han reiterado, alarmadas, que mejorarán la estrategia de desarrollo demográfico y aumentarán la presión económica sobre las familias. Mientras tanto, en los rojos sociales –lejos de la tradición– triunfa entre los jóvenes el lema “no boy, no hijos”.